jueves, 2 de febrero de 2012

Arte teórica y filosofías plásticas

En el proceso de validación filosófica del arte, para su estudio y su entendimiento, la estética se introduce como la "ciencia" de su aplicación. En otras palabras, es en la estética, donde el hombre discute las cuestiones pertenecientes a la percepción y al arte. En Marcuse[1] se constituye la imaginación como el método de mediación entre los polos humanos, por esta razón, del conocimiento como ente, la estética es netamente irrealista. La estética objetiva de Platón, estipula la naturaleza como punto de imitación y esta a su vez constituye el concepto de belleza que se desarrolla en el contexto clásico. Schiller hace notorio el enfrentamiento filosófico de la validez canónica de los valores artísticos de la antigüedad clásica y el valor del arte moderno respecto al arte clásico. En primera medida, esto deja en claro la unión consecuente de la modernidad con la reflexión estética, más allá de cualquier canon de la idea imitativa. La estética de Baumgarten de 1.750 donde conecta el (analogan rationis) conocimiento sensible, establece la experiencia sensual como constructo único de la realidad, la estética es una lógica individual, y en su desarrollo está contenida incluso, la manera del comunicativo social. A partir de la segunda mitad del siglo XVIII, el concepto de estética esclarece un nuevo orden del objeto y es necesaria su legitimación y la comprensión de su contexto.[2] La sensibilidad y el conocimiento sensible se ve aliado a la sensualidad o placer como dos conceptos en uno "sensuousness" que es la relación de la estética con los instintos, el carácter impulsivo que busca el perfeccionamiento del conocimiento sensual: la belleza. A su vez sensualidad hace parte de un concepto más popular "sinnlichkeit" que es la gratificación instintiva "sexual" y que designa a la sensación facultades cognoscitivas inferiores (opacas o confusas) sumado al sentido de dolor y placer.
Nuestros valores de juicio y concepto evocados a la relación emisor-receptor, son consecuencia de nuestra percepción sensual. El campo de lo práctico establece referencias de asociación configurando el prejuicio; en este ciclo los dos grandes polos humanos se encuentran: lo racional y lo sensual. El primero, como constructo moral señala el proceso de razón respecto a la libertad. La lógica, constituida por el concepto que ata nuestras acciones, "el centro a través del cual la naturaleza es susceptible a la libertad". Nuestra necesidad de autonomía demuestra como la sensualidad, que también es la voluntad del deseo se ve absorbida por la lógica social. La libertad bajo reglas morales es la comprensión de la razón teórica, ninguna autonomía subjetiva puede irrumpir dentro de las reglas de la causalidad. El juicio corresponde a la acción con la que el ser interviene el mundo que lo rodea, "combinado con la sensación del placer el juicio es teórico y su campo es el arte"; esta dualidad, sensualidad-intelecto, placer-razón, ha sido siempre avasallada por el concepto común social de las facultades del hombre, donde las "superiores" alusivas al conocimiento bajo un principio de actuación, de represión cultural, dominan las "inferiores" pertenecientes a la sensualidad. En la teoría de Kant, la dimensión estética es el puente entre los sentidos y el intelecto, a través de una olvidada percepción que es la intuición.[3]

El homo-ludenz[4] y la utopía Kantiana
En un ámbito psicológico, Freud argumenta que el placer constituye la espontaneidad en el juego de las facultades cognoscitivas,[5] según el principio de realidad del individuo, el deseo enfocado en las posesiones, genera una utopía de felicidad frente al placer. Este debe obtenerse por medio del factor trabajo transformado en satisfacción. A través del trabajo el hombre conoce la naturaleza, su imaginario le permite convertirla y dominarla al beneficio, y en este proceso se transforma a sí mismo. Solo por medio de la imaginación se compensa el placer. Según Heidegger, la imaginación llega a estar de acuerdo con las nociones cognoscitivas de la comprensión. Cuando el placer nace de la obra de arte, el concepto de belleza es universal, libre de la descripción y utilidad del objeto "en la imaginación estética, la sensualidad genera principios universalmente validos para el orden objetivo". En la creación y contemplación del objeto, las actitudes y aptitudes del hombre corren libres al igual que la naturaleza, el placer esta en esta gratificación. La belleza como "determinación sin propósito" y la libertad como "legalidad sin ley". Esta ausencia de teorías científicas permite tanto al sujeto como al objeto llegar a ser libres en un nuevo sentido, bajo una nueva y diferente calidad de placer, que se halla en la unidad de lo múltiple.
Nuestro anticuado principio de realidad corresponde solo al mundo tangible, pero ¿es acaso tangible nuestra imaginación cuando es esta solo una representación del objeto y no el objeto mismo?. Entonces, es nuestro concepto de realidad lo que separa la sensualidad de la razón. Huitzinga, habla del hombre como "homoludens", no solo como un ser juguetón sino con la capacidad de divertimento con todo.
Es en este fundamento, cuando Schiller plantea un nuevo principio de realidad, sugiere reemplazar este por el trabajo, manteniendo la gratificación, pero transformando la fatiga en juego y la productividad represiva en "despliegue", cuyo único obstáculo habita en la necesidad, en la escasez como factor determinante de la civilización. Solo a través del juego el hombre es libre. Cuando sin trabajo enajenado se ven satisfechos el deseo y la necesidad, la realidad pierde consistencia, entonces, esta es susceptible al intelecto, a la libertad del pensamiento. Pero vivir no es un esfuerzo, el impulso hace de la vida un juego.
El arte es una realidad no comprometida, pero a su vez posee un leve compromiso con el placer. La percepción estética estipula que si da placer es subjetiva, pero si el punto de partida fue el objeto, puro y libre, entonces toma un rumbo objetivo, pero universal, desarrollado junto a los demás instintos que componen al hombre. El orden del mundo es la belleza y solo esta conduce a la libertad. La civilización estética, corresponde a la conciliación de los polos humanos bajo una nueva educación. El orden actual está comprometido por esta gran fisura, la relación antagónica entre las dimensiones populares de la existencia humana, por un lado, el impulso sensual que es activo y dominante y por otro, el impulso de la forma que es pasivo y receptivo, donde la aguja es el juego y la cultura el hilo.

 Estética metafísica
Cuando Alexander Baumgarten, habla de la estética como la teoría de la belleza y el arte cambia la percepción de la obra. Cuando Kant y Schiller hablan de la estética como una categoría existencial señalan el impulso del juego, la síntesis de esta teoría abóle la compulsión y coloca al hombre tanto moral como físicamente en la libertad. Estos dependientes de realidad en el principio de autonomía, buscan la conformación de la verdad y traen una pregunta formulada por Gadamer: ¿es posible dejar el concepto de verdad en manos del conocimiento conceptual científico?[6]
Los estímulos y la interacción de los componentes de un sistema, requiere necesariamente hablar de la estética, como un fenómeno implícito en la forma de lo existente y de lo perceptible, porque, es esto último, el vinculo funcional de la estética con la comunicación o interacción con el objeto. Podemos decir que el objeto y la acción contienen un potencial estético, pero no necesariamente es el destino funcional de los mismos.
El referente, es la variante en dicho potencial estético, el contexto, la disposición de las partes e incluso, la intención explícita en la creación y el creador de dicho objeto; determinan su carácter, su rol e importancia en el medio que habita. El arte, dador de esta capacidad, ejemplariza la relación contextual (social) de la estética, a través de la obra, y dependiente de esquemas culturales que suman o restan valor estético a la misma. En este caso, la estética depende de la ilustración, del nivel educativo que poseen las personas de dicho contexto en la valoración de esta. El fenómeno subjetivo genera dependientes de la estética, por la diversidad de experiencias y asociaciones del individuo con respecto a los procesos u objetos.
La aceptación social, la mediación de las opiniones o gustos; objetivan el discurso estético desde lo global, con el singular común. Esto nos permite hablar de la estética desde un punto "objetivado" que incursiona en la descripción de la sociedad, pero que dificulta la creación definida de axiomas estéticos, a causa de su naturaleza cambiante e indefinida a razón de los componentes humanos, espaciales y temporales del contexto. Un claro ejemplo, seria la moda, que a causa de los circuitos cerrados de un sistema social, genera aceptación y preferencias especificas que varían de un lugar a otro, aun en una misma situación.
Entonces, es imperativo el análisis de las circunstancias que caracterizan un nicho y la utilidad o uso, en la relación sujeto -objeto, para determinar la jerarquía de la cualidad estética. Sin embargo, la globalidad de la estética (dimensión estética[7]) al ser mucho más que la caracterización intencional del arte o de la forma, vincula variantes más poderosas y universales en el papel que juega cada componente de un sistema con un fin armónico: que rebasa los esquemas de realidad, y conduce a una "objetividad" platónica.

Teoría de los objetos
La estética puede constituir un sistema de normas clásicas como por ejemplo el equilibrio, el ritmo y la geometría entre otros, por ser una construcción de normas que han formado el mensaje del arte, y que determinamos como hechos históricos. Por esta razón cronológica, las normas de la estética son cambiantes y simbióticas sociales, mientras que la estética como tal, conserva siempre el potencial en la función dormida del objeto, la norma solo determina el aspecto por el cual se acepta como estético o artístico. La estética principia de una naturaleza intangible, una intuición que actúa por patrones metafísicos. Todas las anteriores dependencias de la estética conviven con una finalidad primordial de producir placer en el sujeto que interactúa con el objeto. No obstante, el fenómeno estético no es condicionadle.
Los procesos artísticos históricos, y la producción teórica o filosófica de los artistas, constituyen un acercamiento a la aplicación universal de la estética desde las artes. La sublimación de los sucesos u objetos cotidianos, evidencian la capacidad estética, pero, la predisposición de "esto es arte" divide las características del objeto, ligado a que atravesó un proceso de sublimación, por lo tanto altera la percepción, ya no desde el gusto sino desde la aceptación común como valoración artística, la cual altera su comprobación. Por lo tanto, en la dimensión estética no existen límites, no distinguimos donde empieza y termina la estética, por ende, tampoco donde empieza y termina el arte: sin embargo es la función, la que nos da indicios y seguridades de qué es arte, y que no lo es. Si prima la función estética en el objeto, es arte. La función estética hace referencia al ya discutido potencial artístico del objeto o suceso, sin embargo, no podemos atribuir la supremacía general de esta función sobre las demás capacidades contenidas por el mismo. Es por estas otras funciones, que el referente contextual determina el valor del objeto. Lo extraestético[8] seria entonces, la supremacía de otra función sobre la estética, desde su intención y sus limitantes especificas sobre el carácter senso-perceptivo. En estos casos la función estética es desplazada por variables sociales, económicas y religiosas, otros elementos funcionales, que conviven con la estética, y algunas veces se complementan con la misma. En el  arte, el análisis de las funciones extraestéticas de la obra, fija los valores sociales o las razones comunicativas secundarias de esta. Según Mukarovsky, es necesaria una clara distinción de la naturaleza del análisis; en la historia por ejemplo, nos concentramos en estas funciones extraesteticas, que indican sociológicamente la razón de su creación o en su compromiso religioso, dejando a un lado la estructura artística de la obra: también la sociedad cambia la primacía de las funciones y el valor de la obra. La necesidad humana de clasificar los ámbitos humanos, le lleva a diversificar la información haciéndola más compleja.
Partiendo de un estimulo sensible concreto, este proceso requiere una transformación casi abstracta, no para quedarse allí, como sucede usualmente, sino para regresar al figurativo y sintetizar el análisis junto a las facciones racionales. Nunca se puede excluir que las funciones iníciales de una obra fueran diferentes a la primacía utilitaria en su valoración moderna, dado que constantemente hay un cambio moral o económico que resignifica su uso en el contexto. A pesar de esto, prime o no la estética en el objeto, esta función esta allí, partícipe activa de nuestra relación personal y social con la materia, aun superándola hacia los campos metafísicos, donde mejor la percibimos. Esto califica al valor artístico, como la posición que ocupa en la jerarquía social, como estética aceptada o como arte.
Concluimos entonces que las "normas estéticas", designan el "valor estético" desde el contexto y la razón social (sociología), y que esta relación a la vez, evidencia la "función estética" del objeto, siendo estas tres facetas, la totalidad de la estética.

El individuo estético de Adorno
El más influyente esteta de los últimos tiempos  es Theodor Adorno, que acepta la virtud de la interpretación de la obra; como un menester consagrado al sujeto cognoscente, puesto que en el estado de sujeto, imparte juicios mediante sus experiencias, y las manifestaciones conjuntas de estas experiencias son eminentemente individuales.  Más bien el filosofo, conduce la historia del arte, a la manifestación paralela de la historia del hombre, más que como una totalidad, como un objeto donde el sujeto se contempla a sí mismo, desde su propia realidad contextual; dado que el “ser” para Adorno, busca desesperadamente una  identidad. Entonces, la obra de arte necesita una identidad propia, ya que abruptamente se le impone una apropiación del sujeto.[9]
Las principales discusiones estéticas se mantienen en la proposición Hegeliana de “el sujeto absoluto” que construye independientemente la realidad; frente al racionalismo posterior que hablo y definió en forma materialista “la cosa en sí misma”. La naturaleza comunicativa y existente del objeto, aun está dividida en esta posición; si es este objeto, una pieza de arte, el carácter de la relación del ser humano en cuanto al objeto cambia por la predisposición cultural que este ofrece; formulación  incluida en el estudio de la estética, una vez se posiciona el psicoanálisis en el debate de la percepción y la cognición humana. Hoy en día, toma fuerza en algunas escuelas europeas, la concepción de Nietzsche en la cual la ultima filosofía debía encargarse de resolver las cuestiones del arte y la estética, y el arte último, se concentra en explorar y manifestar filosofía. La relación metafísica-arte, conocimiento-arte; es lo que lleva a Nietzsche a encontrar este nuevo fin para el arte y la filosofía, en el cual convergen en busca de una verdad superior al hombre sensible. 
La estética se ha consolidado como un conjunto de conceptos que interpretan la relación humana con las cosas, de la misma forma en la que una obra de arte puede ser interpretada en forma paralela a la motivación del autor. Entonces, al hablar de este campo de la filosofía en la actualidad, se enfrentan los paradigmas construidos históricamente por la filosofía para explicar una ciencia inexacta[10] donde la selección independiente de los teóricos, varían sobre las versiones del materialismo y el idealismo, mas aceptadas. Podría decirse lo mismo de cualquier otra materia del conocimiento si no fuera la estética, metafísica de las experiencias humanas; basadas en el objeto claro está, pero a no ser que se teorizara cada hombre; no cuantificable o calificable por un “otro”, en cuanto a la impresión y cognición del objeto.



[1] A continuación haremos énfasis en un conjunto de ideas expuestas por Marcuse sobre las influencias filosóficas a la teoría moderna de estética.   Marcuse, H. (2001). Eros y Civilizacion . Barcelona: Editorial Ariel.
[2] Ibidem. Pag. 9

[3] Ibidem. Pag. 9
[4] Huizinga, Johan. Homo ludens. Alianza, Ámsterdam , 1938
[5]  Freud S. El malestar en la cultura, Alianza, Madrid, 1998
[6]  GADAMER, H-G., Los caminos de Heidegger, Herder, Barcelona, 2002.
[7] Ibídem. Pág. 9
[8] Desde el concepto de “extra estética” término empleado por Mukarovsky, para señalar los objetos que poseen una función dominante sobre la estética.  Mukarovsky, J. (1979). Función estética, la norma y valor como hechos sociales. Praga: Mark E. /traductor Suino.

[9] Adorno, T. W. (1969). Teoría estética. Fráncfort: Ediciones Akal, 2005.
[10] “Inexactas” haciendo referencia  a que sus cualidades (las de la estética) no son las adecuadas para el pensamiento de la comprobación física. También, por las complejas variaciones de la estética, que para el desarrollo actual de su constitución teórica, parecen inexactas al depender en un gran porcentaje de la individualidad del sujeto, y las características culturales de su contexto comunicacional.


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