jueves, 2 de febrero de 2012

Creación de constructos morales ambivalentes, a partir de la formación maternal y mediática, en las señoras bogotanas.


las medias que le pinte a mi tia.

En el articulo a continuación, se expondrá el resultado de un proceso de observación y teorización,  sobre el juicio practico femenino, creado a partir de paradigmas económicos y de consumo, y su desempeño socio-moral formativo, no con la intención de cargar una responsabilidad exclusiva entre géneros a la construcción educativa, sino abordando el género femenil, por ser pertinente en cuanto a que la formación infantil recae en gran porcentaje sobre la figura de mamá. Entonces, la problemática a analizar, fue  la creación de constructos morales ambivalentes, a partir del accionar maternal de las clases medias bogotanas. El objetivo no es poner en duda la funcionalidad de la madre en cuanto a la instrucción de sus hijos; sino determinar las causas de la bifurcación moral en el desempeño y traslado ejemplar de la misma, a través de la ciudad.  Plenamente podemos evaluar las condiciones morales de la sociedad, entendiendo que la mujer en calidad de madre, es un vehículo de tradiciones y juicios populares que crea símbolos primigenios; apolíneos y dionisiacos que acompañaran al ser por el resto de la vida como herramienta polarizadora de acciones, y calificativo de juicios.
… también en ellas (la mujer) se deposita la custodia de los valores, que deberán ser transmitidos generación tras generación. La enseñanza de los valores, que son arrancados materialmente por las criaturas, que cada una de las acciones de la madre, es vigilada con celo para el aprendizaje y puesta en acción de las capacidades a las que está facultado el nuevo ser, la educación es un aprendizaje el cual en sus primeras etapas, la mujer como madre se obliga a satisfacer.
Pilar fundamental de la familia, en ella se encuentra el eslabón que cierra el círculo, a ella se reduce la consolidación del núcleo familiar, en ella se vierten las angustias y desesperaciones de cada uno de sus miembros. Por su gran capacidad de dar comprensión, ternura, cariño, amor es manantial inagotable en la noble tarea de la formación, la responsabilidad adquirida de facto, por completarse en lo que es, deja a la mujer muy por encima de la egoísta proposición de algunos filosofastros que por su miopía, las mujeres han padecido algún tipo de marginación.
Nicolás Gerardo Annett Frayre

Otra de las razones para centrar esta investigación en de la formación en relación de la mujer es el alto promedio de mujeres solas con hijos, en los últimos años algunas muy jóvenes. En otros casos en las clases medias, las madres tienen más   tiempo con ellos por el trabajo físico o masculino que se oferta para el nivel educativo de estos estratos, demostrando que aun existe una preferencia machista en el mercado laboral, y la vez, una prórroga educativa femenina por las condiciones económicas para la maternidad.
Mucha de la observación se llevó a cabo en el servicio público, en transmilenio, que cada día saca un poco de sus casillas a las personas, por ser esta una clara relación con el eslogan educativo de la ciudad “extrema convivencia” que realmente llevo al extremo la cercanía entre los bogotanos con el sistema de transporte público, literalmente. Otra descripción equívoca de este ensayo sería, que busca generalizar la mujer, o mejor, la señora. Pero retomamos solamente los casos que corresponden al fenómeno conflictivo de espacios de “extrema convivencia”  donde las condiciones de vida de alguna forma predisponen el juicio, por la diversidad económica y social citada allí.
Esta investigación  nace en la contemplación de un hecho cotidiano, en un lugar cotidiano: cuando yo hacia la fila para subir al bus articulado, observe a una señora decirle a su hijo que se adelantara en la fila, y una vez adentro, le guardara puesto, aprovechándose de la inmunidad diplomática del niño frente a los demás pasajeros, y enseñándole lo peor que nos pudo dejar Maquiavelo: esa frase “el fin justifica los medios” que resulta tan atractiva, por ese tipo de actos ejemplares a los bogotanos. Se pueden ver patrones conductuales en todas partes de esta moral objetualizada, desde el transporte público, hasta el gobierno, ya es una ideología cultural.

La mujer bogotana y la negación de la escasez
A partir de los primeros narradores de la mujer americana, procede  la creación misma de nuestros actuales imaginarios. Las comparaciones del contexto del nuevo continente con un mundo edénico, supercondujo concepciones femeninas como la pureza y la impureza imaginada a los extremos, creando así la mistificación de la “mujer latina” como ser exótico e inculto, ávido de ser moralizado, y a la vez, de ser consumido como objeto de deseo: una primera muestra de ambivalencia moral, es esta doble función de la mujer, esta vez por parte de la iglesia medieval, siendo ésta la educadora, introdujo insanos cuestionamientos de la desnudez que crearon una malicia inexistente en el mundo precolombino fundamentada en el pudor español. Debemos resinificar la malicia creada por los conquistadores como “malicia indígena” siendo esta malicia, eminentemente europea. Lentamente el catolicismo opto por ejercer la imagen satanizada de las culturas amerindias, únicamente por medio del hombre, ocultando a la mujer de estos imaginarios. En los procesos  posteriores de colonización cultural  que modeló Latinoamérica desde el siglo XVII, de alguna manera se ideo la mujer como un agente intimista, invisible ante los parámetros económicos de la pobreza en sociedad, y ante todo, en cuanto al simbolismo que lo comunica. (Ramírez, 1998)  El hombre tiene una posición visible en la sociedad, externa por  el desempeño fuerte del trabajo corporal, y sobre él, recaen las imágenes físicas de las clases bajas; tanto en los significantes lingüísticos (los pobres), como en la mera idea del trabajador, del feudado.
En las nociones femeninas, parecen retenerse las asociaciones directas de la negación de la pobreza, como un problema de identidad que descubre una exclusión social. La separación de los géneros se intensifica con la estabilidad de un grupo de acciones y costumbres adquiridas, a partir de las necesidades creadas en el circuito de consumo, como intensificación del comportamiento biológico de la atracción. La instauración de paradigmas visuales en la construcción de la imagen a través de marcas de ropa y objetos tecnológicos, son un vinculo de exclusión que adopta el individuo moderno, para contribuir a la negación de un estado económico inferior. Si bien esto es algo compartido por ambos géneros, en la mujer se concentran con mayor magnitud las características del consumo que confinan a “mostrar” para tentar al hombre, no solo con su cuerpo, si no con una postura de bondad y una posición social desde los objetos.  En estas últimas se desarrolla su instinto de competencia, así como lo es la competencia física para el hombre. La competencia de las mujeres es hoy en día por la imagen
La moralidad racional, y el aprobativo colectivo.
Para comprender la inclusión de la imagen en relación a la moral, y al objeto del ensayo, debemos preguntarnos ¿Cuáles son las prioridades de la mujer moderna?  Para responder a esta pregunta abordaremos un ejemplo, en el cual la moral juega un papel activo en la imagen, siendo esta última, el epicentro del juicio.
La construcción de un aparato de poder ideológico, necesita varios, sino todos los frentes mediáticos y busca trascendencia y firmeza  con cualidades de consumo enfocado en un mercado vulnerable. Uno de los más poderosos de estos mercados, es el de las mujeres, y el más poderoso de sus medios, el concurso de belleza regionalista.
El  reinado de belleza que presenciamos en noviembre del presente año, es la integralidad de todos estos constructos ideológicos de consumo que hoy en día guían a jóvenes que buscan modelos de identidad en su contexto. En un proceso en el que la apariencia y el aspecto dependen de un grupo de productos, el papel inconsciente de estas mujeres, es el de educar el estilo, y ofrecer un resultado ideal y sexuado de la mujer moderna, donde los objetivos instintivos de la incitación del deseo hacen parte de las industrias culturales. Ya es un tema bastante repetido el de la cosificación  sexual de la mujer, y está debatido el dilema moral que este fenómeno representa, pero la alteridad generada por las tendencias canónicas, es decir, por las mujeres que poseen el estatuto de belleza comercial en cuanto a las que no lo poseen, no parece tener mayor importancia en la sociedad. De la misma forma, la manifestación del fenómeno “belleza moral” es un modelo que sobre valora la belleza física, y establece la moral como un fragmento de esa belleza.  Podemos encontrar una inestabilidad moral en la imagen pública de “paz mundial” empleado como un vinculo recurrente en la presentación de la “bondad” de cada candidata, y siendo a su vez, una acción inmoral en la que se utiliza la misericordia para hacer valer un valor humanístico. Una tercera afectación en el juicio femenino moderno, seria la psicológica de las jóvenes que sienten rechazo social, o mejor, las que algunas veces buscan llegar a estas posiciones de reconocimiento físico por encima de su salud; resultante de la imagen personal como centro cultural.
La publicidad que rodea el evento y los productos determinados que lo patrocinan están dirigidos a un público especifico, que consumen estos productos bajo la creación de un paradigma formal: “estoy gorda” edificado con discursos como las criticas y calificaciones atribuidas a las chicas que participan en el reinado. A diferencia de otros reinados como el de “el tomate chónto” o el de “la arracacha”, todo en el certamen nacional es una analogía de la “hibridación cultural” en el proceso de transformar una tradición extranjera, al modo mítico local. La corona utilizada en el reinado nacional por ejemplo, tiene una gran carga de relaciones simbólicas que permiten indagar en los fenómenos sociales que rodean la historia de la misma. Para empezar, el concepto de princesa de cuento es la asociación medieval de una joven hermosa y bondadosa, lo que inmediatamente asocia la realeza con la belleza y la moral, representada por la corona en sí misma, y adoptado popularmente como una máscara freudiana, lo que nos da fuertes indicios de la bimoralidad en la formación infantil femenina. Además, los símbolos reales de la corona del certamen colombiano son eminentemente europeos, como la flor de lis y los leones simétricos del clásico escudo de armas de la monarquía, casi como un símbolo de la nueva colonización, ya no de un imperio monárquico, sino de un imperio capitalista. Pero el más importante símbolo en la corona es la cruz, que narra la relación inquisitiva entre la iglesia y la monarquía,  e indirectamente, la relación del catolicismo y el reinado de belleza. Seguramente el catolicismo debe tener mucho material moralista con que oponerse a este tipo de evento: el altísimo nivel de despilfarro en un acontecimiento sin funcionalidad real, en contraste a la situación de un país como el nuestro. O la supremacía del cuerpo, y la interpretación de éste como objeto de deseo y modelo de identidad. La cruz es una doble moral. Entonces por un lado tenemos la objetualización de la feminidad como un paradigma moral, y por otro, la tragedia misma de la importancia popular de un evento como este.
Sin embargo, el desenvolvimiento de la mujer en la sociedad, estudiado desde el juicio individual en la psicología, se argumentan tres teorías: en la primera, la mujer tiene una superioridad en el “razonamiento moral”  cuando se compara a su contraparte masculina. En la segunda teoría, es el hombre quien tiene superioridad en el “razonamiento moral” en cuanto a la mujer. En la última, se establece un grupo de situaciones que estimulan el impulso a ignorar estos parámetros de igual forma entre los géneros, y ostentando como ejemplo máximo el sexo. (Amorós, 1991). Al lado de esta teoría, esta la justificación de la decisión socio-moral de la mujer, a partir del sujeto externo, de la empatía que éste proyecte a partir de los estereotipos anteriormente tratados. Es decir, el género, por historia, genera defensivas, la máscara, convenientemente empleada según el interés existente o no, en el sujeto de interacción. La princesa bella y bondadosa para quien representa algún interés, y una polaridad del “razonamiento moral” para cualquier otro caso.
Encontramos entonces un parámetro significativo en el comportamiento, donde existen dos opciones circunstanciales, y de la cual nos interesa aquella que se desprende de la imagen de “belleza moral” y donde se aflora el juicio sin un interés. Factores genéticos como la maternidad, y la vulnerabilidad, influyen de gran forma en el temperamento activo de la mujer, entendiendo estos dos grandes conceptos  como los causantes de la postura defensiva-agresiva en las relaciones espontaneas, dispuestas por el contexto. Citando en parte la expresión “mojigatería” podemos aludir algunos ejemplos de la imagen de bondad proyectada socialmente, sobre la bondad real.

Parámetros de la armonía ciudadana
Si podemos decir que el contexto es de gran influencia en el juicio moral femenino ¿Cuáles son las características del contexto ciudadano?
Para aclarar a cabalidad esta inquietud, haremos la intromisión contextual de la Grecia antigua, donde se construyen dos grandes motivaciones ideológicas que afianzan por primera vez las concepciones de ciudad, tal y como hoy las conservamos en el imaginario. La primera de estas ideas es en sí, todo el pensamiento helenista del siglo IV y III a.c., cuando se generan cánones de orden o armonía en el planeamiento de la infraestructura física de la sociedad, como un símbolo de ilustración, de evolución técnica y racional en función de la comunidad, exaltando así, la búsqueda de la belleza  y la mimesis de la naturaleza en la forma de vivir del hombre. Además de esto, el helenismo urbano,  buscó estos primeros estándares de comportamiento en la sociedad, como entendimiento de la posición moral de cada individuo en el sistema, y asigno a cada necesidad social un espacio especifico en la ciudad, creando formalmente   lugares representativos de convivencia  y funciones determinadas en cada una, hasta alterar toda la cultura occidental, instituyendo  costumbres propias a partir de estos lugares.
El segundo de los conceptos griegos heredado por la modernidad, es “la polis”  la ciudad habitada por una sociedad humana súper –compleja, que merece y debe ser  estudiada para el bien del sistema. “La polis” fue abordada por la filosofía, y transformada en utopías que significaron la estabilidad de normas y leyes, institucionales y morales,  en la sociedad, y gradualmente asumido por la mayoría de las personas. Este campo ha sido siempre tratado por grandes pensadores, y en Colombia también se ha abordado  con cierta prioridad el tema entre los académicos, desde la alcaldía primera de Antanas Mockus se crearon métodos de acción pedagógica, o cívica, que conducen a la gente a entender las normativas de la polis moderna, como una coherente colectividad más que como un ente opresor.
Muy posiblemente las problemáticas contemporáneas representan un obstáculo para la conservación de la estética como una prioridad definida, o por lo menos, no dependiente del capital. Pero por lo pronto, el engranaje cívico, los limitantes establecidos por los sistemas dependientes de un sistema mayor, y de los cuales hacemos parte, predisponen la libertad, la moral y la realidad del individuo. Cada organización tiene leyes de convivencia destinadas a mejorar las relaciones personales de sus componentes, quienes comparten su espacio laboral o lúdico, y por lo tanto coexisten con la posibilidad de que algún individuo vulnere a otro; y momentánea y minúsculamente, colapse el sistema.
Si tenemos en cuenta que las tradiciones de una ciudad como Bogotá, los ciudadanos son más bien distantes e individualistas; transmilenio represento la intimidad máxima, y por lo tanto, la expresión extrema del juicio. La doble moral impuesta inconscientemente por la malicia colonial crea fallas en los campos conceptuales hablados anteriormente, mental y físicamente la ciudad se aleja cada vez mas del helenismo, teniendo como primicia, que el bienestar social descansa en la europeización de la vida, y a la vez el poder adquisitivo promedio de los ciudadanos no es el mismo. La imitación injustificada siempre tiene como consecuencia la creación de paradigmas culturales, anómalos imaginarios, híbridos y “levantados” según el término colombiano que traduce el fenómeno de forma coloquial. Los procesos del “gusto” corroboran una diversidad social en los elementos educativos. Según Marx, es preciso hablar de economía si nos referimos a la estética y a la sociedad en un solo concepto. Los estímulos culturales almacenados en los medios no compiten ni sensual, ni racionalmente con los parámetros de la estratificación, y por consiguiente, con los paradigmas desarrollados de unos individuos hacia otros. Dichos esquemas morales de libertad en función de una realidad social, difiere en los lenguajes y por lo tanto el sentido común. La precepción y la creación dependen de un desarrollo personal que distingue lo bello de lo feo. Las necesidades y los deseos son factores de cuna social, son un indicativo de la estructura e intención de los medios de comunicación cultural o de los objetos que componen nuestro contexto. Aun cuando la ciudad está viva, es la maquinaria del capital, lo que determina la necesidad individual de vida y desplazamiento, acaparando el significante de “polis”,  el helenismo se contiene individualizado, amanierado a la palma no educada del pueblo.
Los conflictos desatados diariamente en transmilenio tienen como causa en su mayor parte, la intromisión del espacio personal de un sujeto, por parte de otro sujeto, (inevitablemente por el contexto) y una objetivada noción de respeto que otorga “poder moral” al afectado, para enfrentar al afectante.

La “señora” como constructo popular
Teniendo en cuenta que ya hemos analizado el contexto, y algunos índices del juicio femenino, llevaremos estos últimos a la imagen más específica del grupo social, que es la ya establecida imagen popular de “la señora”. La construcción de esta identidad, es una compleja alteridad activa, que se mueve constantemente a través de fenómenos evolutivos como la moda. Es importante tener en cuenta que es una figura femenina que afianza lo anteriormente discutido,  junto con otras características culturales que dificultan la claridad de la misma. Los principales elementos culturales de la construcción de esa imagen mediática de “la señora” son:
a)    La fundamentación moral religiosa: que crea un riguroso esquema moral y ético, adoptando los métodos griegos de imagen desde la edad media, y transformando la concepción misma de la comunicación visual, siendo el referente más fuerte de la naturalización de la identidad a partir de modelos visuales preconcebidos por un aparato de poder ideológico. El modelo directo del catolicismo como modelo femenino, es sin duda la virgen, que infunde los conceptos de belleza y bondad, como el ideal de la mujer devota. En las religiones occidentales, podríamos decir  que la “belleza moral” se mide con mayor énfasis en el rezo; haciendo a un lado inconscientemente el valor del juicio en la totalidad del concepto, y dejando la moral, a la deriva del factores contextuales. En el trabajo de campo, podemos remitirnos a la contemplación de las señoras que salen de las iglesias centrales de la ciudad, y en una señal de incomprensión con los valores del discurso religioso, se desagrada del enfermo o el desplazado que espera compasión económica en los pórticos de los templos.
b)    La construcción de una imagen “exclusiva” centrada en una identidad de alto consumo. Como lo debatimos en “La moralidad racional, y el aprobativo colectivo.”  La alteridad se presenta por medio de objetos y usos, que en la señora, se intensifican, ya que posee mayores necesidades jerárquicas o sociales, que se fundamenta en la exclusión de individuos que se separen de los modelos comerciales aceptados. La primera dama es un claro modelo económico de imagen.
c)    Soledad forzada, siendo cada vez mayores los casos en los que el hombre deja a su esposa por una mujer más joven, o en los que la profesionalización de los hijos, significa un distanciamiento. Estos fenómenos sociales, establecen prejuicios en  la actuación social femenina.
d)    La vulnerabilidad instintiva e histórica es también un índice de comportamiento. La postura defensiva es un acto de advertencia con el nicho, predispuesta por la sociedad especifica del país y la ciudad, donde la violencia es un intenso suceso y una imagen reiterada de los medios; incluso en grandes porcentajes con la mujer involucrada en estos conflictos familiares violentos.  A partir de estos sucesos, se crea una costumbre de “silencio” infundada en el temor a la pareja, o a la crítica social, que la limita en la publicación del conflicto y generalizo en las señoras una acción de intimar el dolor, lo que induce grandes cantidades de estrés en el género.
e)    La creación de juicios comparativos morales hacia el otro género, tanto en que, “él no es moral, ¿porque yo debo serlo?” como una autoridad creada a partir del otro.
Estas características, son a grandes rasgos, la síntesis de la conformación gradual de la imagen de este grupo social, que produjeron agentes históricos y mediáticos de globalización o hibridación, donde asumir cultura externa re-significando la forma local, tiene como resultado un desprendimiento emotivo o mítico de la acción (des-ritualizada) y crea paradigmas en la función de la vida y las relaciones colectivas, como ha venido pasando a partir de la colonización de América.
La moral sensible y la formación social utópica

Podemos decir que ya hemos determinado las causas del conflicto urbano que son pertinentes al tema, y las causas del juicio moral práctico de la señora, hasta donde la extensión de la investigación lo permitió. Ahora expondremos una línea de conceptos que ofrecen una solución utópica, afectando la idea en la particularidad de cada componente de la polis, al crear un nuevo centro consciente en la infraestructura del juicio moral.
El primer y más poderoso error  del juicio moral práctico, es el “razonamiento moral” y para justificar  esta teoría, citare ampliamente a Kant.
La idea kantiana de moral, nos exige inmediatamente abordar la libertad, y la función final del juicio como proceso consciente y racionalizado del hombre, alterado por una mayor  saturación del consumo y los prejuicios colectivos de nuestra era. El carácter de la libertad es determinado por la espontaneidad, pero ésta, debe  mantenerse en el instante de las impresiones primarias de Hume, evadiendo el razonamiento que determina la funcionalidad del acto, en relación a las necesidades sociales que estigmatizan el fenómeno. Ser libre, es ser espontaneo, pero ¿Cómo puede existir esta ideología en un sistema capitalista que requiere ejercicios de vida como el trabajo? Si los parámetros de un contexto representan la limitación de las acciones del individuo en el sistema, la idea kantiana es transformar el trabajo en lúdica, y así, desde la transformación en la idea consciente con la que el hombre entiende el objeto o la acción  del trabajo, aminora los límites de la libertad estableciendo las cualidades individuales, y la virtud humana devaluada que describían al hombre como un “homo-ludenz” el juego es el factor que hace libre al hombre, y en cuanto a la moral, esta libertad espontanea mantiene esta naturaleza inmediata de la acción, sin embargo, es aquí donde se expone que la moral, debe apoyarse en la parte del juicio senso-perceptivo, y no en el juicio racional.  (Kant, 1788). Muy posiblemente la racionalización de la moral, bajo las características económicas, e incluso culturales de Bogotá, resulta la moral susceptible a las necesidades de cada individuo, en estas circunstancias, incluso necesidades básicas y no solo de consumo creado. En este caso, la forma en la que actuaria la “moral senso-perceptiva”, seria la asimilación de la posición económica del individuo afectado en sus necesidades,  sin encontrar dilema en sus valores, pero a la vez en forma equivalente, la concientización de los hombres de grandes recursos en cuanto a su responsabilidad con otros individuos de menor riqueza, motivado desde sus senso-percepcion, por sus capacidades de ponerse en el lugar del otro y de dar, sin racionalizar las causas o calcular los efectos. En este punto se descubre que el pensamiento de escases en Colombia, no solo está en las clases bajas, sino más preocupante aun, en los estratos altos. El término empleado por Kant “legalidad sin ley” expresa la posición practica de la sociedad que actúa a partir de esta nueva moral, que no necesita de leyes para mantener sus valores, haciendo de la libertad, un acto pleno de bondad colectiva que termina donde empieza la libertad del otro, puesto que negar la libertad ajena, es negar la propia. De esta forma, desaparece el planteamiento bipolar frente al fenómeno, y el juicio simplemente es. Por decirlo de algún modo, la mujer está más cerca de esta connotación por su sensibilidad, y está dotada con las herramientas para trasmitir en la forma adecuada, la emotividad del juicio practico a futuras generaciones. Introducir estos valores en nuestros modelos, hoy en día saturados de especificidades de la forma, significaría la restitución de la belleza verdadera como núcleo de nuestra sociedad, teniendo un punto por el cual empezar a recuperar las virtudes de la dimensión mítica y el pensamiento simbólico que representan una mejor identidad.

Bibliografía


Amorós, M. D. (1991). La psicología del desarrollo moral. Madrid: SIGLO XXI DE ESPAÑA EDITORES S.A.
Frayre, N. G. (Junio 20, 2006). La mujer en el contexto actual. Escuela Superior de Filosofía .
Kant, I. (1788). Crítica de la razón práctica.
Ramírez, M. H. (1998). Las diferencias sociales y el género en la asistencia social de la capital del. Universidad de Barcelona.

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