jueves, 2 de febrero de 2012

La estética sagrada


Fotografía: Hawin Rojas. Colección museo del oro Bogotá

En el universo antiguo americano las representaciones fidedignas son innecesarias, las ramas occidentales del conocimiento se mantienen unidas en un gran concepto, con una visible supremacía de lo que llamamos metafísica, donde la totalidad resalta el papel de cada individuo como creador. Concentraremos entonces el discurso estético que nos permita una aproximación a la acción artística en las dimensiones precolombinas, y a una posterior relación con los lenguajes modernos de la creación plástica. Para determinar las principales influencias de dichos procesos artísticos de la antigüedad, tendremos en cuenta los imaginarios culturales transmitidos a través del mito y el lenguaje simbólico empleado en estos mensajes, abordados anteriormente, pero enfocados a la afectación colectiva y a la derivación individual de estos hechos artísticos.
La dimensión estética[1][1] (Marcuse, 2001) precolombina está caracterizada por una notoria inclinación a un universo metafísico, compuesto de causas existencialistas conformadas en el mito y posteriormente sus  efectos como principio de las cosas. Es allí donde las concepciones culturales del objeto, se revelan como justicieros de la imaginación. Todas las imágenes de esta identidad cultural, dejan en manifiesto su estructura estética, su imaginario colectivo y su capacidad de transformar conceptualmente su contexto, a tal punto, que lo que hemos visto bajo parámetros canónicos,  y otros prejuicios de la forma y la imitación de la misma, que no nos permiten ver, lo que en cuanto a pensamiento simbólico llega a ser una estructura conceptual mucho más sólida que la estructura moderna en la transformación del objeto. La profundización en diversas funciones del resultado y el proceso de la creación artística, es  lo que deriva en la solides del concepto, estando este, atado a otras ideas de diversas naturalezas epistemológicas, así como existen en el imaginario precolombino. Entonces todo juicio está relacionado en armonía, y el todo coexiste con el ser, en un sistema superior. El objeto pasa a ser parte de esa integridad, y su existencia es su sacralización, el lugar en el cual ajusta con todo lo demás. Desde la primera vez que el pensamiento occidental conoció el arte americano, lo midió con sus métodos y con sus procesos artísticos,  se considero que el desarrollo de una cultura se mantenía equitativo entre sus ciencias, y se subestimo con fundamentos renacentistas de la figura y la imitación del objeto real.
Para una persona con programaciones neurológicas y conceptuales modernas, es imposible experimentar las consecuencias emocionales, sensibles e intuitivas con las cuales fueron concebidas las piezas de arte; más bien atravesaremos una percepción diferente de la obra, buscando referentes pictóricos y escultóricos de la cultura occidental, y no en la precolombina, como sería lo más lógico en la búsqueda de la definición de una estética mesoamericana; aun cuando la misma concepción de lo que es estética es una idea resultante de la cultura epistémica europea, sus bases teóricas establece su campo de aplicación propiamente en la percepción y cognición del mundo que nos rodea. Por lo tanto, elaboraremos el discurso estético precolombino a partir del análisis contextual.
Es apenas comprensible que los colonos pasaran por alto la abstracción, pasiva en  la representación pictórica en la Europa de su época, y de lo contrario, lo utilizaran como elemento de alteridad. (Amodio, 1993) Sin embargo, el símbolo mesoamericano no puede ser visto como el símbolo europeo, puesto que las relaciones de la imagen con la realidad, habitan en otra forma de realidad, de allí la complejidad de su significación, y de su interacción conceptual  junto a otros símbolos. Sacralizar, es otorgar existencia; pero en construcciones monolíticas de la cultura de San Agustín, crear puede llegar a ser el hecho de dar vida. ¿Hasta qué punto consideraba esta cultura el objeto de su creación artística, un logro de las facultades divinas del hombre creador, en cuanto al objeto como ser, por su carácter sagrado y existente? Son seres existentes y significantes, son, y en la metáfora de lo metafísico a lo físico: son pero no se pueden ver. No son representación de la deidad, ni simbolización de la misma, son la ficción material de la realidad etérea. Son, por que es naturaleza transformada por el hombre, para comunicar a otros hombres en lenguajes contextualizados a la naturaleza, lo qué es la naturaleza. En este punto, la imagen es el resultado de un poder creativo del ser humano, y de su eterna actualización del mito antropogónico, repitiendo la acción misma de la metáfora de aquello que Dios hizo para crearnos. Por eso la creación de seres, más específicamente en la estatuaria de San Agustín, es prioritaria y en su evolución encuentra varias funciones dependientes de la estética. La multiplicidad de formas en la naturaleza son empleadas en la dimensión indígena, pero bajo estructuras cubicas inexistentes en la realidad, creadas por el hombre (fig.) como soporte textual y artístico, bidimensional y tridimensional a la vez, creando una relación de la idea abstracta de la existencia de estos seres y mensajes, y por consiguiente la idea abstracta de su significación. El hombre precolombino descubre nuevos caminos para llegar a esta abstracción, caminos naturales como los propuestos por el maestro Velandia[2][2] que transfiguraron el imaginario de los objetos, y a su vez su capacidad simbólica. Esta teoría en la cual la creación artística es también un comunicador equivalente al lenguaje escrito, pero en cuanto a la forma, puede verse acertadamente en la visión lingüística con la que mariana escribano describe el calendario mhuysqa, donde cada Angulo es una silaba significante, y conforman una palabra de mayor capacidad significadora[3][3]. Imaginemos por un instante que esto aplique a la totalidad de sus objetos, y cada jarrón, pieza fundida, litográfica y  escultórica, estuviese compuesto de ideogramas textuales específicos gramaticales y conceptuales. Entonces la forma de guardar el conocimiento pudo no haber estado limitada, aun cuando eso no significa  una separación de la connotación metafórica u otras finalidades pictóricas perteneciente al pensamiento simbólico.

El esfuerzo como agente Sacralizador
En una pregunta propuesta por las últimas teorías sobre los métodos empleados en la elaboración de las grandes construcciones de imperios precolombinos como el Maya, ¿Por qué no fueron empleados la rueda y algunas herramientas de metal, siendo tecnologías del conocimiento de dichas culturas? El trabajo, el esfuerzo ofrendado al equilibrio por ese algo que se sustrae del mismo, es una respuesta a esta interrogante. En estos grandes proyectos, la voluntad y motivación que lleva los antiguos a entregarse físicamente, con virtudes que están directamente ligadas a su teogonía, y a una postura de autosatisfacción. Si bien la creación misma de arte es un ritual, las características finales de estos objetos están cargadas con la memoria del creador. Fundamentalmente hay una relación de gran importancia para analizar este fenómeno en el universo precolombino en el acto de la creación, por medio de una teoría Kantiana[4][4] en cuanto al discurso estético y el juicio practico. Si de alguna manera los antiguos prefirieron procesos de trabajo más exigentes, encontraban gozo en cierta medida al hacerlo de esta manera. Quizás llegaron a la utopía de Kant, en la cual, el trabajo es asumido en forma lúdica; y en consecuencia hay libertad y espontaneidad en la acción. Si es así, la creación plástica y conceptual consideradas sagradas evidenciarían la mediación entre las capacidades racionales y las senso-perceptuales.
En cuanto a todos los fenómenos perceptuales que circundan la creación, requieren una transformación directa de la naturaleza y la realidad, si es en los medios técnicos de creación verdaderamente sincera donde se encuentra parte de los fines de la acción plástica, en relación al discurso moral que les hace libres. La única capacidad humana capaz de mediar las facultades superiores y las inferiores, es la imaginación. En este principio, el quehacer artístico es la capacidad de imaginar, de reorganizar referencias en una nueva forma y comunicarlas con diversos fines. Entonces es en la reproducción mental de una acción mitológica, lo que valoriza el objeto con una nueva significación,  porque es un objeto de intervención ritual y de educación o difusión, con claras cualidades religiosas separadas conceptualmente de las funciones ideológicas empleadas en el arte católico medieval y renacentista que están conformadas como una “narración moral” basadas en la imagen ejemplar. Estas obras del  periodo pre colonial americano son más bien una “descripción moral” en cuya forma, la naturaleza es un modelo abstracto y simbólico de la conducta. En Altamira, las manifestaciones pictóricas son una manera de asegurar la cacería, son producto de la gesta ritual que garantiza el continuar de los ciclos. En el caso precolombino la elaboración ritual se concentra en el tributo que transmite los poderes del creador a la pieza creada.



Los universales precolombinos
En las imágenes más sencillas o simplificadas, se encuentran los conceptos de mayor trascendencia y connotación colectiva que comparten algunas de las más importantes culturas separadas por tiempo y espacio, una manifestación de este efecto universalizado seria la espiral, su concepción de tiempo en el imaginario pre colonial, es asumida por los indígenas donde el símbolo a su vez describe la forma del tiempo, y comunica el concepto de su labor, o relación con el ser humano. Entonces existen estas imágenes que poseen un significado compuesto, descriptivo y narrativo, y depende de su contexto, o los mitemas acompañantes; en uno de los más poderosos casos, la representación de la montaña es el referente continuo de la figuración angular, la vida como un todo del cual hacemos parte, y estará relacionada con las capacidades femeninas de otorgar la vida.[5][5]
Esta composición de grandes conceptos en una obra, son una herramienta al amerindio no solo en la búsqueda de interpretaciones que definen la existencia de sí mismos y de otras formas de vida que los rodea, sino en su nivel de santidad, de hecho mágico excusado en la existencia. Si existe, es sagrado por su necesidad de ser. 

La lengua y la forma
Es tremendamente necesaria la intervención de Mariana Escribano en el discurso interpretativo de las culturas precolombinas; su ya reconocido trabajo, identifica lazos verbales de interacción social específica, al punto que interviene en el rito y, logra reconstruir sistemas estéticos propios del interior de la comunidad antigua. Sin intermediarios aculturizados, su investigación tiene grandes aciertos semióticos, a voz de los conocedores y cercanos a las culturas chibchas actuales, gracias a que llega mediante el código o dialecto, y trasciende la antropología de campo que busca en los residuos culturales de estas complejas sociedades, mediante sus indígenas modernizados. En la infraestructura de su discurso, Escribano traduce la concepción de religiones primordiales, que coincide en su construcción, con las creencias modernas como la trinidad. La santa triada, conforma conceptualmente  el mito en todas sus formas prácticas,  y explican los lenguajes en una dimensión más cercana a la original. El calendario mhuysqa es un pentágono aparentemente defectuoso, fuera de nuestro canon simétrico. Su forma, es abstracción de un concepto espacio-temporal del mito, en un objeto que materializa el conocimiento.
La forma es para el hombre moderno la medida de lo invisible, para el amerindio, es exactamente lo contrario; la representación, es ejecutada a partir de “medidas semióticas” o metáforas que impregnan los cosas, y las sacraliza, las colma de conectores metafísicos y textos trascendentales.  Su tesis se basa en que los mhuysqa no carecían de conceptos para el desarrollo de la lengua escrita, sino que no la necesitaban, al tener un método comunicativo oral de mayor rigor y complejidad que el de las culturas modernas, donde difiere la manifestación de la imagen en relación al significante, incluso llegando a asociar el dialecto con los símbolos de mayor reiteración en las manifestaciones precolombinas.[6][6] Como la espiral, el cuadrado, los círculos concéntricos, triángulos polimórficos, y abstracciones zoomórficas.  Las culturas que se desarrollaron en circunstancias mentales y sociales disímiles a las europeas que fundamentan hoy en día todo occidente,  contemplaron el mundo con unos ojos diferentes a los nuestros, en una  “dimensión mítica” mucho más complicada que el capitalismo. La forma es en su universo onírico; narrativa máxima de cultura y tradición teológica, Superando nuestra visión del mismo, donde es meramente descriptiva y dependemos totalmente de la forma de todo. La etimología de las palabras del mhuysqhubun (construcción oral mhuysqa) conforma un gran mapa mítico e histórico, que actúa como una biblioteca intangible, de ideas escondidas entre las silabas, y un acceso gradual y popular. Entonces la forma significante, no remite un significado individual como en las lenguas modernas occidentales, sino que trae consigo una cadena de más significantes y asociativos, con conexiones listas para crear nuevos discursos con otras formas, una funcionalidad cercana más bien, a algunos caracteres orientales que suscitan conceptos enteros. Como ya lo habíamos discutido anteriormente, estas imágenes multisignificado están en toda iconografía y escultura precolombina, y son en sí, sus libros y pensamientos.
La “Imagen acústica” sobrevive a la evolución cultural y dialéctica gracias a que los significantes son naturales al significado, no tienen oposición asociativa, y nos permite determinar una lectura a la creación del objeto de arte. Estos ideo-fonogramas poseen una potencia funcional  dividida básicamente en tres grandes códigos: el primero, una extensa analogía a partir de las dimensiones metafísicas, por medio de constructos geométricos, una teoría muy cercana a la de las figuras platónicas griegas del siglo III a.C. pero con discrepancias en los conceptos helénicos, donde la forma perfectamente matemática, es la explicación del mundo e incluso de Dios. Mariana Escribano utiliza la palabra “tetragramatón” al referirse a Dios desde la percepción mhuysqa; la figura con todos los lados, TCHYMINIGAGUA. La idea abstracta, en este caso, no tiene materialización, dado que, si le otorga un significado figurativo o ilustrativo, la idea perdería gran parte de su significación de propiedades infinitas. En conclusión, la figura geométrica abstracta logra almacenar lo que solo cabe en el imaginario.[7][7] El segundo código es la correspondencia del primero, cuando decimos “como es arriba, es abajo” y lo usamos para comprender el equilibrio del mundo antiguo, el arriba seria el reino incorpóreo, metafísico, constante, y el abajo, la materia como consecuencia del primero. Las reglas cíclicas del universo, y las pautas físicas que conservan la continuidad armónica, son características materiales en dialogo y equivalencia al arriba. De ahí la trascendencia del cielo en sus asociativos teogónicos; pues en todos los principios físicos hay un lazo conceptual que mantiene la unión con lo etéreo, y viceversa. El tercer código, el contextual, se concentra en las asociaciones ya discutidas, pero esta vez, en cuanto a la realidad y su manifestación, la tierra, el entorno que da lugar a la chispa o vida. Su poder mítico, se produce como medio ritual del hombre, y la relación simbiótica que mantiene este con la tierra.

La obra de arte mesoamericana
Empezaremos por determinar el hecho artístico en el objeto, o función estética, y luego pasaremos a los referentes colectivos, en la norma y el valor estético. La visión artística del amerindio puede revelarse definiendo las características interactivas del objeto. Con las capacidades de transformar su entorno, la obra de arte se ve inmersa en facultades que el perceptor activa según la intención con la cual se acerca el consumidor de arte. La estética depende de cierta activación  lúdica,[8][8] que en las tribus prehispánicas seria la ejecución del ritual. La manifestación ultima del objeto de arte es incluso, el tributo a aquello que representa, una ofrenda de todo lo que contiene semióticamente. El objeto Quimbaya (fig. 1109) en el cual  podemos alcanzar a percibir los minúsculos detalles de significación que hacen asimétrica la pieza, empleando un universal como la espiral, diversos por la extensión concéntrica y la posición del extremo en su núcleo. Hay también una posición de de ofrenda en este ser, con pequeños arados de cultivo en lo que parece una bandeja, donde sostiene otras espirales, mas grandes que las propias del ser, y en su cabeza la montaña cenital.  Y cuenta sus pequeños tiempos como quien espera a que algo ocurra con toda seguridad, y sus piernas formando un icono de fecundidad, una flor femenina. Es la abstracción de una mujer, re-figurada con los definitivos mensajes mitomáticos[9][9] que transmitirán la existencia conceptual de la obra, su valor y su chispa sacralizadora. Entonces podemos decir que tres discursos intervienen en el análisis de la obra de arte en la América antigua: la función compuesta del objeto, el acto creador del artista, y la visión popular del objeto arte en el contexto precolombino.
La función cotidiana:
La obra de arte, como cualquier otro objeto manufacturado por el hombre es inexistente por naturaleza, la creación humana también debe dar, a partir de sus facultades sagradas, la chispa que otorgue al objeto el carácter simbólico que complete su existencia. Por esta razón, todo objeto desde la herramienta misma hasta  las prendas poseen una utilidad definida, y hasta podemos decir que fueron creadas con estos fines, sin embargo estos fines no desplazan a las demás funciones, de lo contrario se alimentan de la tarea definitiva del objeto, para sacralizarlo desde su concepción hasta su forma final. Esta concepción de “arte utilitario” nos recuerda la aplicación técnica y conceptual de la bauhaus. En los jarrones por ejemplo, la construcción simbólica rodea a los líquidos como focos de la vida (el agua, la leche y la sangre) y elabora senos abstractos o guardianes del agua que  figuran el movimiento en el equilibrio para mantener la armonía del gran sistema matriarcal.
La función educativa:
En los complejos constructos monolíticos o cualquier otra manifestación plástica antigua en América, como ya lo vimos ampliamente con anterioridad, emplea elementos y seres de su entorno como el águila, la serpiente, la rana entre otros para elaborar un lenguaje “súper-simbólico” que en cuanto a la función educativa los modelos de conducta son estos seres sagrados de la naturaleza, que a partir de sus desenvolvimientos en el ciclo  de la realidad contextual que comparte con el ser humano, evidencia valores de juicio que para la comunidad indígena, debían tener también los hombres.
La función contemplativa:
Una de las grandes cualidades de estas piezas es el tiempo dedicado a aquello que del objeto, tendrá un alcance visual y tangible mayor. Si bien tras la contemplación, en la etapa racional de la percepción existe un discurso moral natural, e incluso un mensaje textual; en el campo de las impresiones podemos disponer de una relación de la belleza precolombina, en todo aquello que desde  sus cualidades diversas, comunica el motivo de su existencia y manifiesta su sacralidad. 
La función estética
Podríamos decir que es la función primaria[10][10] en el objeto precolombino, un marco espiritual en el que asociativos emocionales, sensoriales e intuitivos conforman un mundo entre lo supra, y lo infra; donde el ser humano convive y está relacionado directamente con los seres de esta naturaleza mediadora, para hacerse de estos para conocer los designios del contexto vivo. Citando a la película “Avatar”[11][11] en la cual los nativos de la tribu “navi” poseen en su cuerpo una conexión símil a los puertos USB de la tecnología moderna, compatibles a diferentes receptores en la naturaleza, desde animales hasta la tierra misma, y encontrar los mensajes en la memoria de la vida misma del planeta, como un gran internet orgánico. En el internet moderno, realmente el espacio y el objeto son intangibles, metafísicos; y su cuerpo, es solo el medio por el cual se manifiesta. Esta analogía del estado mismo del ser en el sistema, es una gran aproximación a la dimensión precolombina, a su cosmovisión sacralizadora  y existencialista. Partiendo de esta idea, el objeto de arte debe tener este puerto de entrada a la información, y el artista es el encargado de construir estas conexiones de acuerdo con las facultades físicas, mentales y espirituales de nuestra especie. 
Aun cuando algunas ideas de lo que es la belleza prejuician el concepto total de estética, y de su función pasiva en algunos objetos en la cultura moderna, debemos ver esta función estética precolombina, como la integralidad de las funciones, puesto que aquello que identificamos en ellos como estético, es la propiedad central de su todo. La economía, la política, el arte y la filosofía están juntas, y el puente entre estas, es la teogonía. ¿Por qué ver un todo dividido, si en la realidad el mundo es un todo?  No quiere decir con esto que el amerindio no buscara el conocimiento, más bien le adhiere una capacidad de hacerlo bajo otro tipo de facultades. La virtud técnica hace del artista precolombino, un chaman y un prestidigitador en las sociedades indígenas, que conecta la naturaleza latente en el hombre y en su contexto, es un comunicador de lo incomunicable, de lo invisible manifiesto en lo visible.

Valor estético
Fácilmente se puede llegar a pensar que al ser una comunidad donde prima la estética, es una cultura donde todos son “artistas” desde su campo de funcionalidad en la sociedad. De cierta forma así es, un enfoque que podemos ver en otras culturas como la japonesa donde el ensimismamiento mediante el trabajo llega a este nivel. Se habla en estas sociedades a través del objeto empleando el diseño, y el valor del mensaje es consecuentemente la determinante en el valor del arte. Una analogía aproximada a la apreciación de la obra artística en este contexto, sería lo que vemos hoy en día como un poema en prosa; comprendiendo el mensaje  por la interpretación que recrea situaciones en el imaginario a partir de la asociación individual. De seguro en las culturas mesoamericanas se admira la capacidad de comunicar lo incomunicable, y transmitir este vínculo de vida que se hace evidente en el nivel de sacralidad asociado en la comunidad, por la pieza. De hecho, las obras monolíticas por ejemplo, poseen un valor superior unas obras sobre otras, jerarquías mostradas por medio del rol otorgado a esculturas guardianas de otras, y causadas por el mismo peso o importancia de la realidad representada en su figura. En un alto grado, un objeto es valorado incluso por el poder que transfiere, ya sea social o religioso.

Norma estética
Si bien existen varias teorías para delimitar la producción física y encontrar un canon precolombino, la norma se hereda metafísica, igual que en arte contemporáneo, el canon dominante como característica central, es ya el concepto, la necesidad expresiva de transformar, seleccionar y descontextualizar. De allí la descripción de la pieza como metáfora (metasphorein), llevar de un lugar a otro. En la mitología católica se enseña también un mundo invisible donde existen seres  mediadores dualizados en demonios y ángeles, con cualidades urbanas, y en cuya forma se muestra también el ideal físico de las sociedades. En el caso de los ángeles, hombres rubios con facciones delicadas como de mujer, y armadura que pone su fuerza al servicio de la iglesia. En cuanto a la imagen precolombina, manifiesta semióticamente la ejemplaridad en el animal con la virtud moral etérea.



Bibliografía


Amodio, E. (1993). Formas de la alteridad. construccion y difusion de la imagen del indio americano en europa durante el primer siglo de la conquista. Quito: Abya Yala.
Cameron, J. (Dirección). (2009). Avatar [Película].
Celis, E. S. (1968). Arqueologia y prehistoria en Colombia . Tunja: Ed. Universidad pedagogica y tecnologica de Colombia .
Escribano, M. (2005). La simbolica del paleotegría mhuysqa. Bogotá : Ed. .
Grass, A. (1982). Los rostros del pasado, diseño prehispánico colombiano. Bogota: Ed. Arco.
Kant, I. (1790). Critica del juicio. Berlin.
Marcuse, H. (2001). Eros y civilización . Barcelona: Ed. Ariel.
Mukarovsky, J. (1979). Función estética, la norma y valor como hechos sociales. Praga: Mark E.
Vasques, A. S. (2003). Cuestiones esteticas y artísticas contemporaneas , la pintura como lenguaje. .
Velandia, C. A. (1994). San Agustín, arte, estructura y arqueologia. Bogotá: Ed.Presencia.




[1] Dimensión estética, teniendo en cuenta la integridad de conceptos que diversas posturas otorgaron a la concepción final de la estética, estructurada por Marcuse.
[2] Cuando el indígena antiguo utilizaba algún animal para cubrir sus necesidades fisiológicas como el alimento, y abría la carne, hacia un corte a lo largo del caimán por ejemplo, como hoy en día es extraído el cuero de las reces, para sacar la pieza de piel completa, y la forma consecuente con esta tarea, replanteaba el concepto de imagen y de representación.  (Velandia, 1994)
[3] (Escribano, 2005)
[4] (Kant, 1790)
[5] (Celis, 1968)
[6] (Escribano, 2005)
[7] (Grass, 1982)
[8] Uno de los siete componentes, emisores  y receptores de la estética; es la lúdica. El gozo del trabajo y el juego en la  percepción del mundo  (Vasques, 2003)
[9] Según Duran, el comportamiento modular de los símbolos para alcanzar grandes sistemas de significación.
[10] Asumiendo aquella función primaria  establecida en el discurso de la función estética de Mukarovsky. (Mukarovsky, 1979)
[11] Película norteamericana innovadora en la técnica fílmica, cuyo contenido explora antropológicamente el concepto de la naturaleza madre de las culturas que buscan como principio, su armonía y conexión con ella. (Cameron, 2009)


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